El castillo de arena by Seicho Matsumoto

El castillo de arena by Seicho Matsumoto

autor:Seicho Matsumoto [Matsumoto, Seicho]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1961-06-15T00:00:00+00:00


* * *

Salieron un poco más tarde. Emiko tomó el brazo de Sekigawa. La calle estaba a oscuras.

Se oía el sonido lúgubre de un tranvía a lo lejos.

Sekigawa tiró la colilla al suelo. La punta incandescente brilló un instante antes de apagarse.

Emiko miró al cielo. Estaba lleno de estrellas.

—Se ha hecho tarde. Orión ya ha salido —dijo Sekigawa.

—¿Cuál es Orión?

—Esa de ahí —Sekigawa señaló al cielo—. ¿Ves esas tres estrellas alineadas como si fueran el mástil de un barco? Hay otras cuatro estrellas que forman una especie de marco a su alrededor.

—Ah, ¿esas de ahí?

—En invierno, esa constelación brilla mucho en el cielo despejado. Cuando veo Orión, me doy cuenta de que ya se acerca el otoño.

Se habían detenido un momento, pero volvieron a caminar despacio.

—¡Sabes mucho de estrellas!

—No creas. Cuando era pequeño, conocí a alguien que me enseñó todo tipo de cosas. Ahora está muerto. También me explicaba las estrellas. Estábamos en un lugar rodeado de montañas, así que el cielo parecía muy pequeño —continuó Sekigawa—. Por la noche, me llevaba a las montañas y me enseñaba las estrellas.

—¿Dónde estaba ese lugar?

—No sabrías situarlo aunque te dijera el nombre.

—Ah, sí, recuerdo haber leído en alguna parte que naciste en la prefectura de Akita.

—Sí, eso dicen.

—¿A qué te refieres?

—En realidad, no importa. —Sekigawa cambió de tema—. Mañana por la noche tengo que ir a un concierto y escribir un artículo.

—Estás muy ocupado últimamente. ¿Qué concierto?

—El de Waga. Un periódico me pidió que escribiera una crítica.

—Dicen que hace música moderna.

—La llaman «música concreta». El hombre que fue pionero en este campo sigue vivo. Waga se ha limitado a imitarlo. De todos modos, no puede hacer mucho más. No tiene originalidad. Solo sabe robar las ideas de los demás.

4

Una cortina escarlata hacía de telón de fondo. La única decoración del escenario era una escultura de forma extraña colocada en el centro, blanca como la nieve, que ofrecía un notable contraste con el telón. Un escultor del grupo Nouveau había decorado el escenario del recital para su colega, Eiryo Waga.

El formato difería mucho del de los conciertos tradicionales. Se habían colocado altavoces en distintos lugares para crear un efecto tridimensional. El sonido procedía desde más allá del telón, colgado detrás de la escultura, y también salía por encima y por debajo del público. La sala estaba llena de gente joven.

La obra se titulaba Nirvana y estaba basada en el mito de la muerte de Buda, cuando todos los animales se lamentan y el cielo y la tierra lloran en luto. La música a veces gemía, luego trinaba, aullaba y vibraba. Sonidos metálicos y voces como carcajadas se intercalaban para crear tensión, relajación, pausa y clímax. No se puede decir que el público estuviera embelesado. Más bien parecía que intentaran dar sentido a aquella moderna composición.

La música se detuvo. Se oyó un fuerte aplauso. Hubo cierta confusión sobre a quién aplaudía el público, ya que no había orquesta. Finalmente, el destinatario de los aplausos, Eiryo Waga, vestido con un traje negro, subió al escenario desde el lateral derecho.



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